En República Dominicana además de hoteles de pulseritas de todo incluido, palmeras y sol, existe una variadísima oferta de campos de golf, así que, si próximamente estás pensando visitar el Caribe, no olvides facturar tus palos de golf.
A mitad de camino entre Punta Cana, la parte más oriental de la isla, y la capital, Santo Domingo, se encuentra el Resort Casa de Campo, una extensión de 2830 hectáreas que cuenta con un hotel de gran lujo, dos mil quinientas villas, una marina privada, playa, campo de tiro, campo de polo, y cuatro campos de golf. Presumen de ser el mejor resort de golf del mundo, y no deben estar muy desencaminados, ya que en estos días están celebrando la obtención por quinto año consecutivo de la distinción como el mejor resort de golf en los World Travel Awards que se celebraron el pasado enero en Quatar.
Dentro del resort se encuentra el mítico Diente de Perro, también conocido por los anglosajones como Teeth of the Dog, diseñado en 1971 por Pete Dye, es uno de sus campos favoritos y a él se refería cuando pronunciaba su famosa frase en la que decía que él diseñó 11 hoyos del campo y los 7 restantes los creó Dios. Hacía alusión a los 7 hoyos a pie de mar que bordean la costa y están hechos sobre el coral. En aquella época no había mucha maquinaria pesada en la isla para perfilar el paisaje, así que a base de un trabajo artesanal de martillo y cincel, manteniendo gran parte de la orografía natural del terreno, completó uno de sus campos más famosos, actualmente clasificado en el número 43 del ranking de Golf Magazine de los mejores campos del mundo.
El campo es un par 72, de 5,5 Km. de recorrido desde blancas. Es obligatorio utilizar caddie y buggie y el precio medio del greenfee en temporada alta ronda los 200 dólares y los 100 dólares en temporada baja. El elevado precio del greenfee en un primer momento nos puede hacer pensar si merece la pena jugarlo, mi más sincera respuesta es un rotundo sí, estamos ante una verdadera obra maestra. El mantenimiento que más me había impresionado hasta el momento había sido el de Valderrama, un magnífico campo plagado de alcornoques donde mantenerlo impoluto no debe ser nada sencillo, después de visitar Teeth of the Dog, no he visto nada comparable, hasta el mantenimiento de Valderrama queda lejos. Los greenes están perfectos, las calles parecen alfombras, en cada hoyo hay dos operarios dedicados en exclusiva a su mantenimiento, y parte de la poda del rough se tiene que hacer a mano porque no es posible meter la maquinaria.
Conviene resaltar el hoyo número 7, un par 3 que cuenta con el hándicap 1 del campo, la revista Golf Magazine lo incluyó entre los 100 mejores hoyos del mundo, yo lo incluyo en mi top ten de hoyos donde más bolas he perdido. Los corales que lo rodean y el viento de izquierda a derecha proveniente del océano lo convierten en un auténtico desafío.
Por si no bastara con el diseño espectacular y el esmerado cuidado del campo para disfrutar de una maravillosa jornada de golf, muchas tardes, un rato antes de que se ponga el sol, es probable ver delfines en las costas que bordean el campo, el espectáculo es tan impresionante que hasta se te olvidan los dólares que has pagado por jugar en él y el considerable número de bolas que has tirado al mar.
El resort cuenta con numerosos buenos restaurantes; en la marina son aconsejables Limoncello, el pez chillo al horno o el churrasco son sus especialidades, o Pepperoni, donde no se puede ir uno sin dejar de probar sus pizzas, el pulpo o su tartare de atún. Si lo que buscamos es comer algo rápido después de la partida, Hoyo 19 es el lugar indicado, situado junto a la tienda y el caddy master, disponen de unos sándwich de pastrami y unas Presidente heladas, así se llama la cerveza local, que hacen que cualquier mortal se olvide del mundanal ruido.