Desde 2009 que Tiger Woods no ganaba un título, y tras las peripecias personales del jugador, pocas cosas eran capaces de hacer feliz al californiano. Con su vuelta a los terrenos de la competición a finales de la temporada de 2011 se intuía que Tiger venía dispuesto a recuperar el tiempo perdido y dar un poco más de espectáculo al deporte. Ha sido un proceso largo, seguramente más largo de lo esperado para él, pero ya ha obtenido su recompensa. La sonrisa de la victoria ha vuelto a brillar en su cara tras jugar de ensueño, y añadir un Arnold Palmer Invitational más en su haber (este es el séptimo) y verse en un buen momento a dos semanas del Master de Augusta, el primer major del año, sin olvidar que se encuentra a una sola victoria para emular al gran Jack Nicklaus con 73 torneos del circuito americano y en el sexto puesto del ranking mundial.
Y si bien Tiger ha vuelto con su mejor juego, no hay que pensar que este torneo ha sido un paseo para él. Salía en la última jornada con Graeme McDowell, el norirlandés que le arrebató el Chevron Challenge de 2010, que habitualmente sabe como llevar la presión de las rondas finales. Pero el tigre ha vuelto y quizás en 2010 no era tan fiero, pero ahora vuelve con hambre de títulos, y quizás esto afectó algo más de lo debido a Graeme que comenzaba la recta final con mal pie (doble bogey) y se ponía a tres golpes de Tiger Woods.
McDowell no tiró la toalla y no cejó en cazar al líder. Birdie en el hoyo 3 y eagle en el 6, pero la ventaja de tres golpes seguía ahí. Y llegaban al hoyo 13. El norirlandés tuvo una oportunidad de acercarse en el marcador, pero falló encontrando arena en vez de green y firmó como bogey. Era el momento clave para que Tiger diera el zarpazo final, pero dejó la ocasión para más adelante, exactamente para dos hoyos más adelante. En el quince, con un putt de cinco metros para par, el norteamericano ponía freno a las posibles presiones de McDowell.
A partir de ese momento, Tiger iría cerrando pares hasta llegar al 18, donde con un putt de ocho metros cerraba una sequía de 29 meses y muchas bocas críticas. A diferencia de las anteriores seis ocasiones, Arnold Palmer esperaba en el green para felicitarle y no podría entregar el trofeo al vencedor ya que fue ingresado por una subida de tensión.