Valderrama es reconocido como el mejor campo de golf de Europa Continental y año tras año figura entre los 100 mejores del mundo. Esta reputación, acrecentada por su profundo gen competitivo, tiene algunos secretos que nos desvela Adolfo Ramos, su Head Greenkeeper, responsable de la preparación de recorrido desde el Volvo Master de 2006, al que le siguieron las ediciones de 2007 y 2008, el Open de España de 2016 y todas las ediciones del Andalucía Valderrama Masters.
En 2023, el club escribió un nuevo capítulo en su historia al sellar una alianza con LIV Golf, la innovadora liga que revolucionó el panorama golfístico internacional. Con esta asociación, Valderrama reafirmaba su filosofía de acoger únicamente los torneos más prestigiosos, consolidándose como un destino premium y una referencia obligada en el golf de élite a nivel mundial.
Ahora, en 2025, Adolfo Ramos y el equipo de agronomía de Valderrama, afronta el tercer torneo de LIV Golf League con el orgullo de haberse convertido en el campo más valorado de la liga junto con Hong Kong, pero también con el compromiso de mantener el altísimo nivel del campo.
¿Cómo ha influido el calendario de LIV Golf League en la planificación y mantenimiento del campo?
La fecha definitiva del torneo tiene un impacto fundamental en la planificación anual del club, tanto a nivel organizativo como agronómico. El campo requiere una serie de trabajos culturales que lo preparen para soportar las condiciones de estrés y la exigencia que supone un torneo profesional de este calibre.
Mientras otros campos realizan operaciones como pinchado y recebado de greenes dos o tres veces al año, en Valderrama concentramos todos los trabajos culturales en un único momento, durante el cierre programado del campo. Esto nos permite realizar todas las labores necesarias con precisión y sin afectar significativamente la experiencia de juego.
La fecha del LIV Golf, así como el calendario de Semana Santa, son claves para definir con exactitud el cronograma de actuaciones en el campo. Es esencial coordinar las labores culturales para que influyan lo menos posible en la preparación final del torneo.
Desde mis inicios en Valderrama como Head Greenkeeper, hemos celebrado torneos profesionales en diversos meses del año —abril, junio, julio, septiembre, octubre y noviembre— lo que nos ha obligado a adaptar la preparación del campo a condiciones muy variables. No es lo mismo enfrentarse al calor intenso de julio que a las lluvias torrenciales de octubre o noviembre. Trabajamos con dos elementos impredecibles: el clima y el césped, un ser vivo en constante evolución.
Valderrama es conocido por su nivel de exigencia y perfección. ¿Qué aspectos del campo requieren especial atención para este torneo?
Cada área del campo —greenes, bunkers, tees, calles— es crucial en la preparación de una competición profesional. No se trata simplemente de preparar un campo para jugar al golf, sino de presentarlo en condiciones óptimas para un torneo televisado a escala global.
Si bien todas las zonas requieren atención, los greenes y los bunkers son los que concentran mayor carga de trabajo. Presentar unos greenes duros, rápidos, con rodadura perfecta, saludables y visualmente impecables no es tarea sencilla, especialmente considerando las limitaciones que impone el clima. Además, estos resultados no se logran de un día para otro, sino que son fruto de un trabajo continuo y meticuloso.
En cuanto a los bunkers, podríamos hablar largo y tendido. Aunque fueron diseñados como obstáculos que el jugador debía evitar, en la actualidad sucede todo lo contrario. Muchos jugadores prefieren caer en el bunker, antes que en el denso rough, lo cual es resultado del nivel de mantenimiento al que se someten estas áreas.
Valderrama cuenta con casi 100 bunkers, cuya preparación es extremadamente laboriosa: redistribución de arena, compactación de taludes, homogeneización de profundidades, control de humedad… Todo esto se traduce en muchas horas de trabajo para conseguir que cada bunker esté a la altura del evento. De hecho, no es raro ver a jugadores profesionales apuntar deliberadamente al bunker cuando no tienen claro el tiro a green, lo que refleja tanto la dificultad de los greenes como la calidad de los bunkers.
¿Ha habido alguna innovación o técnica de mantenimiento nueva que hayan implementado este año?
Nuestra metodología de trabajo está muy definida tras años de experiencia organizando torneos. Siempre buscamos ese punto de equilibrio entre la exigencia competitiva y el respeto por el campo. Si quisiéramos, podríamos elevar aún más el nivel de dificultad, pero nuestro objetivo es encontrar ese balance ideal entre reto y jugabilidad.
Este año, el LIV —al igual que antes hiciera el DP World Tour o el PGA Tour— ha incorporado un equipo agronómico externo, en este caso de la Royal & Ancient, que colabora estrechamente con nuestro equipo. Uno de sus cometidos es garantizar que parámetros como la velocidad de los greenes, muy valorada tanto por jugadores como por socios de Valderrama, se mantengan dentro de los márgenes aceptables para la competición.
Recientemente, justo antes de Semana Santa, recibimos la primera visita de este equipo agronómico. Se sorprendieron gratamente al constatar, mediante sus propios equipos de medición de última generación, que los valores de firmeza, rodadura y velocidad de nuestros greenes superaban a los de otros campos que ya habían albergado torneos LIV.
Estas herramientas de medición, que hasta hace poco no estaban disponibles en el golf, nos permiten tomar decisiones más objetivas y afinadas para preparar el campo con los más altos estándares.
¿Qué desafíos específicos ha supuesto preparar Valderrama para un evento como el LIV Golf League, en comparación con otros torneos históricos celebrados aquí?
Desde el punto de vista agronómico, los desafíos son limitados. Llevamos décadas organizando torneos y el equipo siempre da el 200% para que todo salga de forma impecable. Si el clima nos respeta, no tengo dudas de que presentaremos el campo en condiciones óptimas.
Sin embargo, hay un aspecto logístico que sí representa un reto considerable: el despliegue de infraestructuras que acompaña al LIV. Nunca habíamos visto algo comparable, salvo en la Ryder Cup de 1997. Carpas, gradas, estructuras temporales… El montaje comienza en mayo y en agosto seguimos aún con labores de desmontaje. Esto implica que muchas zonas del campo permanecen hasta dos meses y medio sin recibir luz, agua ni nutrientes, lo que inevitablemente repercute en el césped.
En este contexto, el mayor desafío es devolver al campo a su estado natural lo antes posible. El torneo es solo una parte del calendario de un club que permanece operativo todo el año para sus socios.
Valderrama tiene una personalidad única marcada por elementos naturales como los alcornoques. ¿Cómo influye su presencia en el trabajo diario de mantenimiento y en la preparación para un torneo como el LIV Golf?
(Ríe) No habría espacio suficiente en Golf Circus para responder esta pregunta como merece, pero intentaré resumirlo.
El alcornocal es el patrimonio natural más valioso del campo. Sin embargo, su mantenimiento es extremadamente exigente. En cualquier época del año, estos árboles están arrojando hojas, bellotas o su característico polen amarillo, lo que supone un constante trabajo de limpieza. En días de viento, tiran numerosas ramas, e incluso pueden caer ejemplares completos por causas meteorológicas. Además, están expuestos a enfermedades como la “seca del alcornocal” o a plagas como la lagarta peluda, que pueden defoliar un árbol en pocos días.
A pesar de estos desafíos, el índice de mortandad en Valderrama es muy bajo en comparación con los ejemplares del Parque Natural de los Alcornocales. La mayoría de los que caen lo hacen por problemas estructurales de raíz, no por enfermedad.
El verdadero reto es el equilibrio entre arboleda y césped. Los árboles, al crecer, proyectan más sombra, impidiendo el paso de la luz necesaria para la fotosíntesis. Sin luz, el césped enferma y muere. Por ello, hemos desarrollado un plan de poda selectiva utilizando avanzados programas de análisis de luz y sombra, con el fin de optimizar la luz disponible y preservar tanto la salud del árbol como del césped.
Muchos jugadores han comparado la presentación de Valderrama con la de Augusta National. ¿Qué significa para usted y su equipo escuchar esa comparación, y qué claves cree que acercan a ambos campos en cuanto a estética y puesta a punto?
Que nos llamen el «Augusta europeo» es un halago inmenso para todo el equipo. Más aún cuando se considera que Augusta National cierra durante meses con un único objetivo: preparar el Masters. Valderrama, en cambio, está abierto al juego 365 días al año, salvo durante la semana del torneo y las dos semanas y media de trabajos intensivos de mantenimiento.
La gran diferencia está ahí: mantener un estándar de excelencia durante todo el año. Eso es lo que realmente distingue a Valderrama. Además, la mezcla de céspedes de estación fría y cálida hace que el campo luzca diferente según la época del año, lo que añade complejidad a nuestro trabajo.
Nuestro objetivo es claro: mantener el campo en condiciones de torneo todo el año. Y eso solo se consigue con esfuerzo, disciplina y un equipo que no entiende de relajación. Siempre digo que sin presión no hay éxito, y en Valderrama, la palabra «relajación» no está en el diccionario.
¿Qué sensación le gustaría que los jugadores del LIV se llevaran de Valderrama tras competir aquí?
Nos conformamos con seguir siendo el campo mejor valorado del circuito LIV. Hace poco, en una conversación con Martin Kaymer nos comentaba a Javier Reviriego y a mí, que Valderrama, junto a Hong Kong, son considerados los campos top del LIV, no solo por el estado de mantenimiento, sino por muchos otros factores.
Esto nos llena de orgullo, pero también representa un compromiso. Mantener ese estatus solo es posible con un equipo humano y profesional extraordinario, que trabaja con pasión y entrega cada día. Ese es el verdadero secreto detrás de Valderrama.