Cuando un destino turístico está consolidado y goza de buena salud, amenazas como la inestabilidad política, la competencia con otros destinos o el Brexit parecen menos fieros.
La Semana Santa fue un termómetro para tomar la temperatura a la temporada de verano, ya que con las amenazas antes mencionadas parecía que la industria más importante de nuestro país se desestabilizaba.
Nada más lejos de la realidad, el turismo ha crecido este año durante la Semana de Pasión en Andalucía. En concreto la ocupación media ha sido del 85%, lo que supone un 5,3% más que en 2018, con lo que se prevé un verano con unos números ligeramente superiores a los del año pasado.
Y bien, ¿dónde está el secreto de convertir una época aparentemente mala en uno de los hitos del año turístico? No es casualidad, es simplemente el fruto de un trabajo bien planificado y ejecutado a la perfección. La estrategia de, en tiempos de bonanza potenciar los nichos de nuevos clientes, para en épocas de vacas flacas, poder diversificar nuestra oferta a más mercados emisores de turistas, está dando sus frutos.
Así, en estas fechas, aunque el número de británicos ha disminuido, han aumentado los turistas del centro y norte de Europa, así como el turista nacional, que parece haber encontrado el atractivo de viajar dentro de nuestras fronteras.
He sido testigo en primera persona de cómo desde el sector tanto público como privado se ha apostado por nuevos mercados emisores. Una medida, en mi opinión inteligente que ha tenido su recompensa. La iniciativa es buena y por lo que se ve funciona. No nos relajemos y sigamos trabajando en la misma línea.